La pieza delinea el universo, la atmósfera, de tres períodos:
Es a fines del siglo XlX, tiempos de aspiraciones sociales, cuando las clases altas comienzan a veranear en las playas de Mar del Plata, convirtiéndola, con el tiempo, en la Biarritz Argentina. Lujo y ostentación estival se veían coronados por un espacio de recato en el que el libre albedrío estaba vedado. Bajo el estricto “Reglamento de Baños para el Puerto de Mar del Plata” se desenvolvía la vida en la arena. La Ley imponía qué y cómo hacerlo. El tiempo de descanso se veía atravesado por los pudores de la época. A la luz del tiempo, resuenan risueños los artículos de ese Manual de Baños imperturbable.
El texto recrea ese aire naif en la contemporaneidad de su protagonista, quien desgrana sus recuerdos desde el presente en un acercamiento entrañable con sus afectos más queridos del pasado, los aromas de sus veranos, los paisajes del mar que año tras año la cobijaron y hoy la arropan en sus sentimientos profundos. La infinitud de la naturaleza se enfrenta al fugaz tránsito del hombre.
Una ciudad de Miramar salpicada por los fríos del invierno abriga a la voz narradora, quien recurre a este sitio de amorosos recuerdos una y otra vez para añorar desde el encanto de sus evocaciones más dulces. Esas reminiscencias que están vinculadas con sus veranos en familia. Esas mismas que, como mojones en la vida, van marcando el pulso de su crecimiento.
El Reglamento de Baños para el Puerto de Mar del Plata se transforma en juego trascendente. Es la excusa para ejercitar la memoria. Y confirmar una identidad.
Los tópicos de esa convención social llamada veraneo acercan al espectador a un espacio reconocible. De grata remembranza. Esos sitios donde todo vale cuando no hay Reglamento por cumplir.
La pieza retoma el universo del océano y sus playas, en una ciudad bañada por el mar que el espectador encontrará entrañable, como lo son esos lugares a los que siempre se vuelve para reencontrarse con el pasado más íntimo. Y eso no es otra cosa que una forma de bucear en el ser interior.
Con humor, bellas palabras y gratas melodías, Margarita, la protagonista, trasciende a través de sus ciclos estivales. Se deja llevar por sus recuerdos más íntimos. Explora su vida y sus veranos. Indaga en los momentos que atesora en su memoria. Esos mismos que se escapan Como arena entre las manos. Como la vida misma.